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No quiero olvidarme de la esperanza

No quiero olvidarme de este año de nada.

No quiero olvidarme de todo lo que me han enseñado y de las personas que lo han hecho posible. Porque siempre, detrás estás tú, con tu mochila, más o menos cargada, con tu presencia.

No quiero olvidarme del esfuerzo de tantos profesionales que han dado incluso lo que o tenían para que hoy estemos compartiendo. Tu lucha ha valido la pena.

No quiero olvidarme de los poetas, ni de los músicos, ni de los que el arte es su lenguaje, porque gracias a ellos tenemos miles de excusas para seguirnos encontrando. Tu creatividad me impulsa.

No quiero olvidarme de las oportunidades, porque siempre es posible.

No quiero olvidarme de los mensajes que no contesté y del esfuerzo que te supuso escribirlos. Me acompañaron y mi hicieron sentirme un poco más cerca. Tus deseos llegaron.

No quiero olvidarme de los más de cincuenta mil muertos ni los que anónimamente nos han dejado. Tú eres algo más que un número en la fría estadística.

No quiero olvidarme del silencio que todo lo cura, de la soledad necesaria para saber qué quiero y cómo.

No quiero pensar que todo lo pasado fue mejor o que vendrán mejores días. Quiero seguir viviendo la intensidad el momento, del ahora, que nos regala la vida.

No quiero olvidarme de ti, que siempre me acompañas. Gracias.

No quiero olvidarme de la esperanza.

No quiero olvidarme de este año de nada, soy maestro.
Los maestros no olvidamos, aprendemos.

 

Epílogo:

Una canción: Zamba del olvido, de Jorge Drexler.

Un poema: Donde habite el olvido, de Luis Cernuda.

Una novela: Ensayo sobre la ceguera, José Saramago.

Un libro de poemas: Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda.

Una escultura: El mirador de la memoria, de Francisco Cedenilla Carrasco.

Un cuadro: Manuel, de Miguel Aguirre.

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