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Presentando «Décimas de juguete».

Hace años cayó en mis manos el manuscrito de este poemario. Cuando pude leer esta versión, con las ilustraciones de Tania Coello, corrí a rescatar el texto original. Descubres, entonces, como ha madurado, como ha crecido y como aquellos versos iniciales se han convertido en un libro, y eso son palabras mayores.

Para mí ha sido todo un reto. Amante de la poesía del verso libre, huyo de la rima, del reglaje establecido. Tenía miedo de verme encadenado entre diez versos octasílabos, estrofas, rimas consonantes, con una fórmula que se remonta al siglo XVI, o quizás antes…  Y llega el golpe de efecto, y descubres la musicalidad, la improvisación, el ritmo… y llegas a comprender los movimientos de las palabras y lees décimas de Calderón de Barca o de Lope de Vega o de Jorge Guillén o escuchas a Violeta Parra a Jorge Drexler a Yeray Rodríguez o a Alexis Díaz…, y todo cambia. De  repente te liberas, porque las palabras con su rígida métrica es capaz de desatar el pensamiento, la vida y las emociones que fluyen cuando uno lee de verdad.

«Décimas de Juguete» sirve para eso. Para divertirse, para jugar, para emprender el viaje. Comprar un libro es pagar un billete de ida hacia un lugar desconocido. Si no es así, alguien habrá fracasado, o el lector o el escritor.

Yo me subí a sus páginas y fui encontrándome un elenco de personajes: Laura, que tiene dos colmillos; la brujita enamorada; la doncella ofendida; el marinero enamorado; el pirata… También hay guiños que nos recuerdan que la literatura es real y tangible como Elvis o el inagotable don Quijote y su escudero. Todos ellos, imaginables o no, te acompañan de la mano por el ritmo constante que desprende los versos de David Pulido y que nos cantan canciones sobre la amistad, el pacifismo, el mar o el amor… El valor de los amigos / yo lo mido en calidad / porque mucha cantidad / pesa y luego no da abrigo.

Las referencias al espacio natural son constantes: al barranco, al cielo, a las montañas, al mar…, e incluso le dedica dos poemas con estrofas realmente bellas: Mar: acuática pradera / o pasto azul pareces / donde rumian lentos peces / su memoria marinera. Yo creo, y es una interpretación libre, que más que el autor situarnos al lector, es el propio escritor quien necesita de estas referencias, para anclar sus ideas y centrar la fuerza en lo que realmente le importa: explicarnos cómo se siente ante las cosas sencillas de la vida.

Hubo un momento de la lectura en el que disfruté de manera especial: es cuando David funde narrativa y oralidad para contarnos algo, rompiendo la frontera de los diez versos.  Me refiero, más concretamente a «El ratón y la montaña» y a la «Canción del Pirata Mediapata». Porque la oralidad, las canciones, los versos improvisados o no, cuentan historias reales que disfrazamos, no para engañar al lector, sino para jugar al escondite. Y en ese juego, David se siente cómodo, porque le encanta colocarse detrás, para dejar que sus personajes, ocupen la primera fila.

El aroma sencillo y sensible, eficaz y práctico de algunas de sus estrofas: Son las nubes la escalera / de la estrella matutina: / con sus rayos se encamina / hacia el cenit de la esfera; contrasta con la desfachatez de otras: ¡No se admite gente boba / que no cante mis canciones!; o con la mirada pícara en algunas: Él la mira. Ella guiña. / En su jaula ríe el canario; o con el humor de otras tantas: Con su garfio de hojalata / en el triste camarote / de su viejo cascarote / se emborracha Mediapata. / De repente lo rescata / de su amor a la botella / una grácil, una bella / señorita en camisón. 

Pero quien emprende esta aventura, la de leer, pensando que este libro es solo de poesía, creo que cae en un error. «Décimas de juguete» no puede entenderse sin el trabajo de Tania Coello. Sus ilustraciones aportan a cada historia elementos nuevos. No es un adorno. Forma parte de la expresión, de la musicalidad del texto. Los colores que utiliza, la riqueza interior de Tania, los trazos sensibles, las transparencias, el mundo onírico… Tanía no interpreta las palabras de David. Escribe su historia con el lenguaje que ella conoce, el color y la luz, sin competir con el texto escrito. Ambos mundos se dan la mano, con un resultado prometedor.

Sé lo que ha luchado David Pulido para que este libro sea una realidad. Sé de su constancia y eso denota que cree es sí mismo, es su trabajo. Yo le felicito más por eso que por su libro, que también; pero hoy en día, necesitamos gente que sea capaz de demostrar que la literatura vale para algo, que hacer un libro cuesta mucho esfuerzo, que convertir su valor en un par de euros, es una ofensa para el trabajo y el tiempo que le ha dedicado a crear esta obra. «Décimas de juguete» es literatura. Y la literatura es pasión y compromiso. Si vendemos la pasión y el compromiso, acabamos con la ilusión.

Mi viaje no ha hecho más que empezar. Yo me he subido al vagón de Tania y David. Y quiero invitarle a que ustedes también lo hagan y les aconsejo, nuevamente, que se dejen llevar, que vacíen sus maletas, que se dejen mecer por el traqueteo constante de sus rimas y que no tengan miedo si se adentran en algún túnel largo y oscuro: Tania nos iluminará con su luz y David nos tranquilizará con sus palabras.

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