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Las bibliotecas escolares tienen futuro

El 27 de octubre el Centro de Profesores Las Palmas, volvió a inaugurar su biblioteca que lleva el nombre de la docente, narradora y escritora, Pepa Aurora.

Me invitaron a participar, narrando un cuento y diciendo unas palabras:

Yo creo en las bibliotecas.

El día 24 de octubre les escribía a mis compañeros que nosotros somos como una biblioteca. Coleccionamos historias, las guardamos, las ordenamos… Decidimos cuáles pueden prestarse y cuáles no. Expurgamos las estanterías del alma. Condenamos al olvido aquellas historias personales que no queremos o no sabemos como clasificarlas. Somos biblioteca porque cada uno de nosotros tenemos una historia que contar. Solo necesitamos encontrar al lector adecuado.

Las bibliotecas ya no son solo colecciones de libros dispuestos de una determinada manera. No son espacios inamovibles, opacos y silenciosos. Son lugares donde se encuentran parte de los saberes y en donde los usuarios pueden acceder a otros espacios —físico o virtuales—, conectarse con otros, encontrarse con otros. En definitiva, utilizar los recursos de los que disponemos para ser mejores personas.

José García Marrero, en un ensayo publicado por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez sobre las Bibliotecas Escolares (García Marrero, J. Bibliotecas escolares con futuro, 2015) nos planteaba un presente desalentador pero un futuro cargado de esperanza. España y tampoco Canarias, no dispone de un servicio articulado de las Bibliotecas Escolares. El autor expresa que vivimos «una situación delicada», pero también añade (y leo textualmente): «La llama por el uso de las bibliotecas en los centros se mantiene viva en muchos lugares. En todo el territorio insular y peninsular encontramos bibliotecas escolares activas trabajando con escasos apoyos y coberturas, regentadas por profesionales con mucha ilusión, escasa formación, vehemente determinación y excelente desempeño. A pesar de lo dicho, las bibliotecas escolares tienen futuro. Las bibliotecas de institutos y escuelas son entornos de enseñanza y aprendizaje relevantes que pueden liderar programas e intervenciones para mejorar y aportar valor añadido al quehacer de la organización escolar y de la institución educativa en una sociedad con una red compleja».

Las Bibliotecas iban a desaparecer, como la radio. Y no solo no lo han hecho, sino que se han transformado en espacios muy dinámicos donde el libro, sea en el formato que sea, ha saltado de las estanterías. Muchas bibliotecas forman parte del desarrollo cultural de su entorno posibilitando encuentros de diversas y varias disciplinas. Otras se han lanzado a crear un repositorio digital de extraordinario valor para el futuro. ¿Y las Bibliotecas Escolares?

Como maestro me gustaría que las Bibliotecas Escolares dejaran de serlo y se convirtieran en «Bibliotecas Escolares y Centros de Recursos para el Aprendizaje». Espacios donde la comunidad educativa pueda encontrarse. Pero también lugares que sirvan para compensar las desigualdades en cualquier ámbito en el acceso a los bienes educativos y culturales. Las «Bibliotecas Escolares y Centros de Recursos para el Aprendizaje», tienen que garantizar que se posibiliten experiencias en el ámbito de la lectura, investigación, búsqueda documental, la lectura literaria y el uso del libro (digital o en papel), desarrollando las competencias del alumnado como lectores y escritores.

Hay otro aspecto que me gustaría resaltar. Muchos alumnos y alumnas se encuentran por primera vez en las bibliotecas escolares, gracias a los docentes y a los proyectos que se desarrollan, con la voz de Pepa Aurora, Cecilia Domínguez, Lola Suárez, Ernesto Rodríguez Abad, Isabel Medina, Joaquín Nieto, Carlos González Sosa, Juan Carlos Saavedra… Pero también de Pérez Galdós, Mercedes Pinto, Tomás Morales, Saulo Torón, Elsa López, Josefina de la Torre, Alonso Quesada… ¿Qué hubiese ocurrido si en nuestras bibliotecas de nuestros centros escolares no hubiese existido un espacio reservado para nuestra literatura, para la voz isleña?

Nosotros, los maestros, no podemos hacerlo solos. Necesitamos ayuda, apoyo y cercanía. Y espacios como la reformada «Biblioteca Pepa Aurora» del Centro de Profesores Las Palmas, que hoy se vuelven a abrir para los docentes, y por extensión para toda la comunidad educativa, son imprescindible. Muchos nos levantamos todas las mañanas y decimos «voy a mi colegio», «voy a mi instituto» … Hablamos de «mi aula», «mi grupo», «mi alumnado».

Me haría mucha ilusión, y significaría que todo el esfuerzo ha valido la pena, si como mínimo el alumnado también dijera «mi biblioteca» y no «la biblioteca». Y utilizara el posesivo con orgullo, como algo propio, que les pertenece.

Yo sé que todo esto puede parecer un sueño, pero, al fin y al cabo, los sueños forman parte de nuestro trabajo. 

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