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Ponencia, de Rogelio Botanz.

En agradecimiento a Rogelio Botanz.

No he coincidido prácticamente con él. Pero le debo mucho. Te das cuenta con el paso de los años. Sé que la Fundación Canaria Tamaimos le va a hacer un reconocimiento. Y me alegro muchísimo que señalemos a los «trabajadores de la cultura». para darle el valor que tienen.

He seguido siempre a «Taller canario de la canción», «Taller» es «Taller», con Pedro y sin él. Desde «Endecha», con 16 años. Fue un cura quien nos podía este casete, «Trapera», que grabaron en 1986. Decía que para rezar había que tener los pies en el suelo. Y que con «Taller», era fácil hacerlo.

Pasión.
En los conciertos siempre me sorprendía el tipo de la percutería, con esa nariz respingona y fuera de sí. Viéndolo aprendí una cosas de él: si te subes a un escenario, ponle pasión, toda la que puedas, si no, mejor ni intentarlo.

Trabajo.
Otro día lo llamé cuando él trabajaba en la Unidad de Programa de Contenidos Canarios de la Consejería de Educación, programa que ya no existe. Lo hice para preguntarle por el significado del término «deba-not», su origen beréber y su relación con el lenguaje de los indígenas canarios. Lo necesitaba porque utilizaba el término en el título de un libro que escribía. Fue increíble su exposición…

Humildad.
Un día en Ojos de Garza, Telde, actuaba acompañado de «Puntos suspensivos». Eran más los músicos que los espectadores. El concierto duró casi hora y viente. Bailamos, nos divertimos, cantamos… Otra cosa que aprendí: humildad en el escenario y respeto por el público. Nunca olvidaré esa noche de verano en aquella pequeña plaza.

Generosidad.
Otro día le escribí para decirle que habíamos escrito «Isla a isla, cuento a cuento», un libro de relatos que queríamos traducir al silbo gomero. Le contamos que viajamos a La Gomera a contarle a la idea a Isidro Ortiz. Él no nos conocía de nada. Nos abrió su estudio y su tiempo. Y puso a nuestra disposición a los silbadores al que él había enseñado. Fue generoso. Fue un regalo. Fue Rogelio.

Así que gracias maestro, por enseñarme sin pretenderlo. Intento, no sé si lo consigo, que la pasión, la humildad, la generosidad y el trabajo sean aliados de este aprendiz perenne de escritor y narrador.

Ya lo escribiste y lo cantaste hace años:

Por puro placer se los juro
con ustedes comparto
este canto parido a empujones
de luz y trabajo,
con el ansia clandestina de hacer incubar
en sus cuerpos el bacilo febril que les haga bailar,
que les haga bailar,
y sentir que al fin somos uña y carne con ustedes,
palpitando al compás de un “canario” que nos trasciende.

Por puro placer les decía
y sin embargo confieso
que cada vez que piso un escenario
me juego el pellejo,
si conecto con ustedes conecto también
con el tipo que al final me tendrá que pagar el cachet,
que pagar el cachet,
y sentir que ya soy trabajador de la cultura,
que merezco llegar a fin de mes con cierta holgura.

Si me esfuerzo en pulir este canto
es para hacerlo un espejo
que devuelva el perfil a este pueblo
en su justo reflejo,
si le llega a un sueco el trino le suene a canario,
que al hermano lejano le llegue cual puente y le tienda una mano,
y le tienda una mano,
y sentir que ya tienen voz tus sueños y tus penas,
y sentir que el futuro está a la puerta y nos espera,
y sentir que ya somos uña y carne con ustedes,
palpitando al compás de un “canario” que nos trasciende.

(«Ponencia», Rogelio Botanz)

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